Terry Pratchett… me siento una mierda cuando recuerdo que conocí a Terry Pratchett hace relativamente poco, y que no me dolió el alma con su muerte… cosa que sí ocurrió después de leer Dioses Menores y ver algunas adaptaciones al cine de sus obras de Mundo Disco.
Dioses menores forma parte de la famosísima (y más que tendría que ser) saga de Mundodisco, la mejor e insuperable saga de libros de fantasía aplicada. Una fantasía que recoge el testigo de los cuentos con moraleja, pretendiendo parodiar la realidad del mundo humano. Ya sea para pasarlo bien o sufrir con los descubrimientos de uno mismo y su entorno. Ya sea para aprender, y llorar, y reír…
Como me ocurre a menudo últimamente… siento que ya se ha hablado mucho y mejor sobre Mundodisco, por ejemplo en este vídeo que cuenta la filosofía Pratchiana con mucha claridad y estilo:
Pero retomemos, con DIOSES MENORES Terry decide tratar la religión. Así que nuestro protagonista es un monje, firme seguidor de Om, un poderoso dios representado con la forma de un toro. Deidad que el bueno de Terry no tarda ni cinco páginas en presentarnos en forma de tortuguita indefensa que habla y que nadie cree que pueda ser su poderosísimo dios del que habla la iglesia de Omnia, la ciudad estado bastión de la fe en Om. Aunque como digo, la fe hace tiempo que cambió de lugar y pasó de Om a la misma estructura de la iglesia que pretendía adorarle y ganar seguidores.

Fragmento del libro:
Muchas historias comienzan mucho antes del principio, y la de Brutha tuvo sus orígenes miles de años antes de su nacimiento.
En el mundo hay billones de dioses. Hay más dioses que mosquitos en un pantano. La inmensa mayoría de ellos son demasiado pequeños para verlos y nunca llegan a ser adorados, al menos por nada más grande que las bacterias, las cuales nunca dicen sus propias oraciones y no son lo que se dice demasiado exigentes en cuestión de milagros. Son los dioses menores, los espíritus de los lugares donde se cruzan los caminos de dos hormigas, los dioses de los microclimas que hay entre las raíces de las hierbas. Y la mayor parte de ellos se quedan así.
Porque les falta fe.
Un puñado de ellos, no obstante, terminan subiendo de categoría. El cambio puede ser provocado por cualquier cosa. Un pastor busca una oveja perdida, la encuentra entre los zarzales y dedica un par de minutos a levantar un montoncito de piedras en señal de agradecimiento general a cualquier espíritu que pueda haber por ahí. O un árbol de forma peculiar llega a ser asociado con una cura para la enfermedad. O alguien talla una espiral encima de una piedra solitaria. Porque lo que necesitan los dioses es que crean en ellos, y lo que quieren los humanos son dioses.
La cosa suele detenerse ahí. Pero a veces va más lejos. Más rocas son añadidas, más piedras son levantadas, un templo es edificado allí donde antes se alzaba el árbol. El dios se vuelve más fuerte y la fe de sus adoradores lo impulsa hacia arriba como mil toneladas de combustible para cohetes. Para unos cuantos, el cielo es el límite.
Y a veces ni siquiera eso.
Fin del fragmento.
Me encanta estos párrafos. Yo como escritor me ocurre a menudo que escribo un párrafo así pero con cualquier otra idea y ya no logro desarrollarla… Pratchett me da unas buenas lecciones literarias.
En el mundo hay billones de dioses. Hay más dioses que mosquitos en un pantano.
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Terry Pratchett- Mundodisco: Dioses Menores
Bien, ciñámonos a la novela en sí.
Brutha, el monje analfabeto de corazón de oro, se encuentra con una extraña tortuga parlante mientras está trabajando en el huerto como le han mandado sus superiores de la iglesia de Om a la que pertenece. Todo esto ocurre en la ciudad-estado isleña de Omnia, cuya cultura recuerda, misteriosísimamente a la cristiana en su época de mayor poder político, con obvios márgenes de diferenciación. Omnia tiene una disputa con otra ciudad estado llamada Efebia, cuya cultura recuerda misteriosamente a la ateniense clásica en su época de esplendor filosófico. Ello, lleva a Vorbis, líder de la inquisición, a llevarse a Brutha que a su vez se lleva a la tortuga endemoniada o divina, ya cada cual lea a negociar la paz con Efebia. Para ello cruzarán el mar, y el desierto, y la ciudad, y todo tipo de divertidos peligros. Y luego regresar, disfrutando entonces de un poco más de seriedad (habiendo espacio durante toda la novela tanto para las risas como para las reflexiones) y experiencias místico-religiosas.
Para mí ha sido todo un descubrimiento. Como presenciar un milagro. La fantasía es un género que disfruto mucho en el cine y que en novela no me atraía nada por lo que se conoce como las dragonadas. Pratchett machaca el género y nos recuerda a todas que NO HAY LEY INAMOVIBLE hecha por las personas. Lo celebro. El mundodisco es un canto a la creatividad por erudición. Estudiar infinitamente todo lo que hay en la humanidad repartida por el azul mundo y luego retocar, fusionar, cortar y recortar, coges un nombre por aquí, una leyenda por allá, un dios por más allá y un cuento infantil, y una serie policíaca, y otra sobre abogadas, y hombres, y mujeres, y niñas y bebés, y verdes y rojos… y lo montas todo en una tortuga… pero le falta altura para darle epicidad, y montas cuatro enormes elefantes a la tortuga que ahora es cósmica, y encima de los lomos de los elefantes ya cabe perfectamente un planeta, un planeta plano circular (esto para vosotras, mis queridas seguidoras terraplanistas) y tan hermoso como peligroso, tan sumamente bello como absurdo… tan auténtico como el nuestro.
Para terminar, quisiera dar mis más sinceras gracias al gran escritor Guillermo Estiballes, quien me regaló este delicioso libro (porque dejarlos y que no los devuelvan nunca es una pérdida de energías absurda).
Así que ya sabéis niñas y niños y niñes, leed mucho, regalad libros y explorad la vida con la misma pasión que la literatura y al revés y viceversa o multiversa.