Reseña de Nosebundo inducido por substancias
Hoy os traigo la reseña de una novela muy original, Nosebundo inducido por substancias, escrita por Raúl Sánchez y editada por Paralelo.
La autoficción puede ser vista como esa liberación de los escritores fantasiosos que disfrutan imaginando que viven grandes aventuras o puede ser una forma de velar una biografía que de otro modo podría ser problemática para con la imagen pública del autor en cuestión. Hay un tercer caso, quizá menos usado, que es plasmar vivencias, pensamientos y hincharlo de buena literatura. ¿Estamos hablando de autoficción o de un diario personal? ¡Qué fina puede ser la línea! Pero en el caso de Nosebundo inducido por sustancias tenemos algo distinto a todo eso, tenemos un ejercicio de búsqueda de la verdad a través de la experimentación y la reflexión sobre ella. En esta novela nos encontramos con algo que podría ser un ensayo ficción.
¿Por qué digo esto?

Nosebundo, Carlos, Car, Cabeza y Alpaviese protagonizan esta extraña novela. Todos esos personajes trabajan juntos sin seguir una misma dirección pero sí con un mismo objetivo (¿cómo?). Todos forman parte de un mismo cirujano cerebral, hurgando en las profundidades de la psique para comprender el mundo, para comprenderse a sí mismo, parar entender por qué y el cómo y ya al final… hasta cuándo…
Tenemos una mesa de operaciones ocupada por un ser misterioso, el cual a sido usado miles de veces de todas las maneras que la imaginación de un humano puede encontrarle uso. Ha sido una excusa para no hacer, una forma de victimizarse, ha sido un motivo para no emplear a alguien, ha sido un modo de librarse de la cárcel. Ha sido, y tiende a seguir siendo, una forma de cárcel. Ha sido y probablemente siga siendo un estigma social que equivale al portador a un ser no confiable. Este ente listo para la autopsia en permanente vida es la locura. Una palabra cuya versátil definición cambia en cada persona que la usa (¿Cómo todas?).
¿Quién voló sobre el nido del cuco? Desde la cordura no se vuela pero sí se tropieza.
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La trama sigue la vida desde niño de Carlos con forma de recuerdo. Carlos crece sumando traumas infantiles que narra minuciosamente con naturalidad y personalidad. Car, trata de comprenderse, de entenderse a él y al mundo y por encima de todo a sí mismo en el contexto de su entorno. Siguiendo sus pasos desde la infancia, podemos ver el por qué alguien acaba «loco», los peligros de creerse «cuerdo» y el vivir con ello. Una novela psicológica principalmente aunque para ello se arma de un contexto poco explotado en la literatura como son las drogas, la marginalidad, las instituciones mentales desde un enfoque no clínico, lo cual es como hace novela negra pero sin policías ni investigaciones, y también desde un costumbrismo que se enturbia hasta ser realismo sucio, probablemente el género donde Raúl Sánchez se siente más cómodo.
Diseccionar a un loco habría sido un título menos personal pero más preciso para este libro. Más preciso teniendo en cuenta únicamente el trabajo intelectual de la novela, la parte de filosofía y psicología. Aunque no es la principal, pues Nosebundo es una historia intimista y de realismo sucio. Curiosamente, leí hace tiempo la segunda novela publicada de Raúl Sánchez, Sh00ter, un documental pirata sobre el evento. Una novela menos íntima, mejor redactada y pulida que Nosebundo y con un realismo sucio ligeramente futurista. Pero! En Sh00ter el enfoque de la narración está en lo social. La relación de un grupo de amigos, el invento del siglo, un videojuego real que aboga por el querer experimentar dolor y la muerte sin llegar a eso. En cambio en la novela de la que os hablo hoy el foco de todo es Carlos, el protagonista, su cerebro, su psique desquiciada, buscando el equilibrio de nuevo, estar “en forma” para poder seguir con la vida, con todo aquello que disfruta, escribir, pensar, divertirse, experimentar con las drogas, las lecturas, las relaciones sociales.
He disfrutado en grande en cuanto a referencias. Tengo la suerte de compartir muchos de los autores admirados por Sánchez como son William Burroughs, Hakim Bey o Bukowski.
Después de leer dos novelas del señor Sánchez, considero que tiene dos puntos fuertes muy destacados respecto a los demás elementos de su literatura. Estos son la habilidad de describir realidades sucias con enorme calidad y pocas palabras y crear unos personajes muy bien diseñados sin tampoco exceso de descripción. Por ejemplo, me “enamoré” de el personaje de Clara, que a lo mejor ocupa unas 6 páginas como mucho en la novela y sin embargo deja mucha presencia. Una chica joven, con una gran imaginación y naturalidad, amiga de Carlos. Carlos va a visitarla en una ocasión y se plantea si follársela o mantener ese punto de amistad. Es bien curioso como ella reacciona a eso. Va con el torso desnudo sin vergüenza alguna afirmando que su madre es naturista y la ha criado así, que Carlos es un cerdo. Aún con todo, se divierten juntos y ambos aprenden de su amistad. Hay una escena fascinante en esa parte: Carlos vive una experiencia eufórica de sopetón e imita un avión con su cuerpo e imagina que dispara bombas a la gente. Lo hace con Clara a las espaldas, compartiendo ese momento de gozo de la imaginación en conjunto. Para mi esa escena es especialmente bella y nunca había visto reflejado eso que en la vida, probablemente, hagamos vivido todos en algún momento u otro. Ese instante donde donde te adueñas del presente de verdad y por un instante parece que el mundo existe para ti en exclusiva y todo está bien y no hay nada que arreglar, nada dañado, nada malo en la vida. Carlos tiene un grupo de amigos con quien queda en un descampado. Los descampados y los parques pueden convertirse en lugares de reunión de “filósofos” y exploradores varios rechazados por la sociedad y que deciden dejarse llevar por su curiosidad. El ser humano crece con los desafíos, con los sacrificios, entrenamientos y exploraciones… a cualquier precio. Carlos muestra un poco de eso entre porros, cervezas, tabaco, café y más y más cigarrillos. En serio, de todas las drogas que salen aquí la que destaca es el tabaco. Es que hay bien pocas escenas que no huelan a humo gris y espeso. Además, es el motivo que lleva a Carlos a salir de su habitación cuando está en pleno brote psicótico. Las descripciones de lo que siente y lo que ve Carlos cuando se encuentra en mitad de una crisis mental son geniales. Nada de efectos Hollywoodienses de dragones y hadas, Carlos describe emociones reales, una cierta agorafobia, miedo a las multitudes y vergüenza a ser visto actuando de manera extraña contra su propia voluntad, sudores y molestias visuales ante el exceso de luz y brillo, dolores en el cuerpo, calambres cerebrales… Si la vida ya es rara, confusa y peligrosa estando “normal”, la locura lleva a cualquier persona contra las cuerdas, obligando a buscar formas de volver al centro, tomar el control del combate y “estar en forma”.
Quiero destacar que la biografía de autor incluida en la novela es genial, muy divertida, creo, que es la mejor que he leído hasta ahora. Y también quiero recomendar que si os compráis la novela lo hagáis con Jotdown (comparto link aquí y al final de la reseña) ya que a mi me regalaron una revistaza que a ver si leo y reseño también, Mercurio, se llama.
He disfrutado mucho de leer Nosebundo. Me parece una novela necesaria, difícil de escribir, extraña de leer según cómo, pues sí ya de normal una novela tiende a interiorizar al lector en ella, ésta produce algo bien curioso, pues tanto si te identificas con el prota como si no, la narración te mete dentro de unas descripciones que te hacen pensar en tus facultades mentales… ¿Cuán cuerdo estoy? Esa línea que tan poco significa realmente de lo que es normal y lo mucho que se usa para valorar a las personas está tan cuestionada como la locura en esta novela y todo ello presiona al lector a un autoanálisis.
Leed, Nosebundo inducido por sustancias.
Vale.