El grillo mágico

Relato corto actualizado. Hoy me levanté y quité el polvo a algunos relatos viejos… siento como si llevara siglos en esto y en realidad sigo siendo el nuevo que tiene que demostrar su valía. Y lo haré, y lo hago. Disfruten del grillo mágico actualizado y sonorizado.

Cuanto más escuchas, más dulce suena LA melodía. Su melodía. Noche tras noche canta para sí. Convierto en mantra ese canto y medito.

El primer día inauguré mi orquesta al sumar mis latidos y respiraciones a su cric-cric. Siempre le permito empezar con un solo de grillo. Quizá su compañera no venga esta noche, pero siempre estará a resguardo bajo el foco en el cielo. A pesar del frío montañés en pleno invierno, su canto no tirita.

La vibración que llena el aire y recrea orejas sensibles.
El tiempo se congela, la voluntad de sentir… SENTIR.

No hay soledad, el gentil grillo canta el recuerdo
exhalo la última bocanada de aire consciente
despierto en el sueño.

¿En cuál de ellos?

El grillo mágico

Escamosa cabellera

Micro relato de horror para quién no le apetezca dormir. Para el que goce del dolor.
Basado en hechos auto-biográficos.

 

Preludio
Fresco viento de montaña acaricia mi calva. Nada más sano que subir piedra tras piedra, al paso largo.
Nada puede ir mal en un día soleado. Todo es paz, es una pena que los pájaros no tengan árboles donde cantar.  Una hora más y llego a la cima, el sol calienta mi piel, acostumbrada a la fría luz de una lámpara fluorescente.

Escamosa Cabellera
El cerebro me arde. La piel se desquebraja. El poco pelo que me queda, muere.
El dolor que siento es parecido en freír lomo de cerdo con queso. Donde el queso es la cobertura de mi cráneo.
Mi piel no tarda en perder toda hidratación y se endurece. Siento unas ganas enormes de sujetarme la cabeza; parece que va a derretirse entera.
El sol sigue castigándome, como pude olvidar mi sombrero.
Imágenes de escamas de dragón pasan por mi cabeza, brasas desmenuzándose como carne de pollo para caldo.
Ácidos ardores en cada parte de lo que fue mi cabellera.
Más pinturas venidas del infierno de mi imaginario recrean un archipiélago de rocas volcánicas flotando en magma. Negrura y pestilente olor a azufre.
Mis manos se llenan de lo que parecen alas de mosca, tras peinar con ellas mi pelada cabeza.

Un hellraiser ha nacido.

 

Iré a por agujas para coser este estropicio.

Escamosa cabellera

El buen lector

El buen lector puede leer hasta en la ducha.

¿Como vas a dejar el libro cuando estás en lo más interesante? Así que sigues. Sigues a pesar de estar en la calle.

Una frase más, un párrafo, una página. ¡Coño, un coche!
¡ Oh Dios mío! Vale, tan solo acabar el capítulo, puede que no sea tan largo como el anterior.
Te sientas en tu propio coche, coche que tardas más de un minuto en abrir, pues solo tienes una mano y cero ganas.
Estás ahí, con la llave entre las piernas; otra página, ya termina.
Otros dos minutos en meter la llave en el contacto.
El reloj es invisible. El Calor imperceptible, la calle está desierta.
La radio, no suena.
No murió en la última página del capítulo, decidió seguir adelante. Menos mal. Odio cuando se muere el protagonista y siguen con el secundón simpático. ¡No, el perturbado es el que me gusta!
Suena el móvil. ¡Joder, qué susto!

–¿Que haces tío, dónde estás? Te estás retrasando dos horas del trabajo ya. Una más y no hace falta ni que vengas.

elbuenlector

El buen lector no puede, ni quiere gestionar su tiempo, buscar el momento. El momento es aquí y ahora, el libro está abierto.

 

El buen lector

Chilmado de nuevo

Segunda parte, Chilmado sigue y persigue la vida.

 

El vagabundeo del lagarto sin Ca’l’ma era un tanto perturbador.

Chilmado corría veloz siguiendo siempre la luz del sol. Apenas comía.

Puede que no encuentre el amor de mi vida… Puede que no exista.

La memoria reptil no es muy larga y Chilmado brindó por ello.

Chimado olvidó su difunta mujer.

Sin Ka’l’ma, Chilmado se excitó, sin calma alguna el lagarto se animó a escalar más y más arriba de su casa, la pared amarilla. La pared gris, con manchas de amarillo desgastado por el sol y por la lluvia.

Los rayos de mediodía ayudaron a Chilmado a subir bien caliente al tejado.

Una vez arriba miró. Examinó su nuevo territorio.

Alguna mosca, arañas debajo de tejas, agujeros, acogedor.

En unos días tenía su agujero preferido, la barriga llena y el la sangre corría veloz. Tanto era así, que Chilmado sentía una gran excitación. Excitación que se alzó a las nubes al ver sobrevolar una Ágila por su tejado.

Ágila clavó su vista en Chilmado. Descendió tan veloz que nuestro lagarto no pudo hacer nada más que admirar a su cazadora.

Ágila agarró a Chilmado con cariño. Hacía un tiempo que le seguía la sombra, Ágila le gustaban los reptiloides.

Entre silbidos y lengüetazos los alegres animalillos se enamoraron al vuelo.

Que más bonito efecto, el corazón reptiliano latiendo tan rápido, tan… ágil.

Chágil, el lagarto. Pasó el resto de sus días recorriendo el mundo con ella, su más querida Ágila.

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Ágila y Chilmado

 

 

Chilmado de nuevo

Chilmado Paciente

Chilmado Paciente vive en una pared. Una pared amarilla cuya pintura se cae desde el año 1998. Casi gris con manchas amarillas. Chilmado Paciente le gusta su pared y su pareja.

Su pareja es Karma. Chilmado vino de Beijing para casarse con ella que vivía en Barcelona en el almacén del Bazar Chino más antiguo.

Él era un aventurero y ella una clásica. Él ‘eleaba’ y a ella le encantaba. Siempre iba con Ka’l’ma.

Se casó con Ka’l’ma, iba a pasear con Kalma y follaba con Kalma.

Chilmado Paciente se acostumbró a ir siempre con Kalma, lo que le afectó en el habla. Con Kaalma, con Kaaalmmaa.

La cola se le alargó con Kalma contenta a su lado.

Un coche y su remolque se le cruzó. Era el coche que recoge la basura en su remolque. No hace ruido cual asesino discreto; él es un coche eléctrico. Los dos tripulantes nunca elearon, ni se casaron, ni mucho menos conocieron a Karma.

El coche nunca frena, gira brusco sin mirar ni adelante ni atrás. El coche se llevó la cola y la Karma, salvando así a Chilmado, que puedo correr esquivando las ocho ruedas.

Corrió sin Kalma por la pared, su pared.

En las alturas de la pared había enganchada una farola que mucho brillaba. El calor del hogar, la estufa de leña del bueno de Chilmado, quien se reconfortaba en ella tras el accidente nocturno.

En ella giraban la cena, el almuerzo y el desayuno. Aladas que Chilmado observaba su trayectoria.

Karma le ralentizaba y nunca venía a cazar con él. Ahora, de nuevo soltero de oro, barriga llena.

Una mosca se engancha a la pared y trepa lentamente. Chilmado con agilidad y destreza serpentea hacia ella. A escasos centímetros salta y engulle. Que buena cena.

Chilmado Paciente ya no va con Kalma, vuelve a ser el reptil cazador de siempre.

Chilmado Paciente

Hablaba de montañas y ríos

Hablaba de montañas y ríos como de granos llenos de pus y venas llenas de sangre.

Hablaba de como la rabia aumentaba tanto la presión, que tenía que abrir la presa y dejar que fluyera todo fuera.
No era cirujano, ni un chamán Azteca pero nada le impidió abrirse las venas a cortes gritando sortilegios arcaicos. Alguna deidad escucharía sus palabras ensangrentadas; al menos se quitaría toda esa presión, toda esa rabia de las venas.

«A ti me encomiendo, embrujado por mis semejantes, esculpido en irrespetuosa piedra mi cuerpo impuro ensucia la equidad. No hay amor en mi, no hay más que la tradición de papá de pegar a mamá. Agujerear. Trepanar su cabeza buscando sueños que no se encontraron nunca en su interior.
Aquí libero los ríos de mis venas a la enormidad del mar de estrellas.

 

Cortes en brazos, piernas, pechos, cabeza e incluso escroto y glande. Por cada corte nacía un afluente que regaba el suelo. Se dejó caer y miraba las estrellas. Vio que todo seguía ahí, de la misma forma que lo haría sin él. Sin su sangre impura, sin su vergüenza.
¿Que importaba expresarse con un bisturí o con un micrófono? Él optaba por su cuchillo y sus rezos, mucho más fiables.
Otros amigos le podían hablar de conferencias de LGBT y él les hablaba de Huitzilopochtli y cómo pedía a sus sacerdotes ser seres mágicos, amantes de cuerpos masculinos como los suyos. Diferenciar el poder del guerrero de el poder verdadero del hombre.

Nunca se despedía nadie de él sin darle un fuerte abrazo. En cada despedida daba la impresión que sería la última. Él les sonreía y les decía que amaba la vida más de lo que creían, pero su consciencia de la pequeñez que representa lo hacía demasiado libre como para encerrar su sangre en sus venas.

–Historia inspirada tras performance: La masculinidad debe ser destruida–

Hablaba de montañas y ríos

Literapintura: Albergue imaginíl

‘Literapintura’. Se podría decir que tuvimos mucha suerte. Era un albergue bastante barato y limpio. Su dueña usó sus cuadros para hacer ‘literas’ .  Escaleras de libros, páginas cosidas a modo de mantas y lienzos estructurales. El arte no tiene porqué ser cómodo, y a pesar de ello nosotros preferimos los cuadros recién pintados. Levantarse de verdes y de repente rojos al suelo era siempre un buen primer paso matinal.

Eran habitaciones pequeñas pero muy bien iluminadas por un traga-luz y una salida al balcón que invitaba a salir a tomar el sol.

Resultó ser sol de rayos ocres resplandecientes solo por las rallas blancas. Al menos nadie tuvo que usar protector solar, con no tener alergia a la pintura basta.
Así que respondiendo a tu pregunta, si, el albergue ‘Literapintura’ mola. Sobre todo para viajeros como nosotros. Lilith hizo un gran trabajo montándolo aquí en medio de la ruta de la cima del Matterhorn.

¿Quién te preguntó?

Pues esa chica de ojos lluviosos  que ahora está de espaldas. Si, ya sé que está pintada, era un ejercicio de imaginación amigo mío.

Literapintura: Albergue imaginíl

Nervios, sangre y dinero

Ahí sentado impregnaba de sudor ese papel reciclado que ponen para hacer higiénico el proceso. Ni que fueran médicos.
Tras la inyección de anestesia, que siempre me hace salivar, ese tío encendió la radial.
Bueno no es una radial pero suena igual, un especie de pequeño taladro agujereando todo el podrido del diente. Por fuerte que me pase el cepillo no consigo hacer el mismo efecto… Una pena. Puto azúcar.
Ya no podía aguantar más la presión cuando me saqué del bolsillo una navaja, automática, de esas tan chulas de un palmo de largo.
Como no soy idiota no la abrí hasta que el dentista no paro con la maquinita. Cuando ya volvía a meterse en mi boca la saqué dejando que notase la punta un poco por debajo de su ombligo. Oh, que erótico se estaba poniendo la escena.

—Zen muycho cuidauu, o tts agepéntires le balbuceé lo más claro que pude.

—Soy un profesional, hasta ahora todo ha ido bien ¿No? ¿Porqué se hace esto ahora, señor?

Ahí acabó la conversación cuando le clavé bien profunda la navaja.

—Le pago muschu dinego y ziemge tengo queh volveg.

Le escupí todo lo que llevaba en la boca, limpié la navaja con ese papel reciclado maravilloso y hice gárgaras con su surtidor de agua, claro. Nunca puedes irte del dentista sin hacer gárgaras de la misma forma que no puedes irte sin que te duela el bolsillo del vacío que provocan en él.

 

Nota del escritor: Hace mucho que no voy al dentista. No tengo navaja automática. Un saludo a los odontólogos y odontólogas del mundo que tanto estudian para luego ayudar a la gente con sus amplios conocimientos.

 

También quiero aprovechar para divulgar una información de la que me enteré. La anestesia que usan llamada tiopental provoca hipnosis. Eso es uno de los motivos por la que te vuelves tan dócil, tan obediente y sincero. Supongo que es mucho más fácil trabajar con un paciente en esas condiciones. Lo que no me gusta es que todo el proceso requiere una confianza enorme en el doctor… Enorme… Más que la confianza que requiere tener a un mecánico de que no te cobre de más, o que te ponga una pieza vieja para que vuelvas dentro de poco.

Un abrazo.

 

Nervios, sangre y dinero

La desenmascaración de la Musa

La última bola de papel Desbordó la papelera.
Como Om ya no limpiaba no se dio cuenta y siguió desechando idea tras idea sin siquiera usar la divertida función de su silla giratoria.

—Creo que nunca entenderé a Om —pensaba la rata que había convertido la papelera del estudio en su acogedora biblioteca.
—¡Ah! Este es bueno —pensó al sentir entre sus patas de roedor las palabras escritas en la última nota desechada.

«Manifiesto humano post-moderno:
Con el manojo de llaves más grande que jamás hemos llevado colgando del cinturón y se nos ha olvidado seguir creando lápices y bolígrafos. No sabemos donde están encerradas esas hermosas palabras jamás narradas. Donde se metieron las princesas de las mansiones encantadas. El conocimiento de centenares de generaciones reunido en ordenadores y nunca habíamos estado en una decadencia social, creativa y científica tan grande qué TACHÓN. Éramos o fuimos unos…»

Om se fue a la cocina a por más café mientras balbuceaba malsonantes palabras al aire.
Volvió al estudio con un termo de un litro y medio lleno y se sentó a seguir escribiendo en su habitual estado de embrujo.
—Basura y más basura —berreaba como bebé insatisfecho pidiendo más pecho.—¿Dónde estás mi querida musa?

Om levantó la mirada al techo y se quedó fijo en una musa-araña.

—¿Eres tú, mi musa?

La araña se deslizaba despacio por sus hilos hacia la cara de Om.

—Soy tu creatividad y tu confianza haciendo el amor. ¡Deslízate, pequeño holgazán paranoico! —dijo la araña con voz de pito

Om bajó la mirada de nuevo al papel, escupió encima, hizo una bola y lo clasificó a la biblioteca ratuna

La desenmascaración de la Musa

Fred y Alf van al parque

—Es-toy me-an-do-me encima . ¿Porqué no lo entendí al ver que te cogías los huevos? Oye, tú que puedes, el lavabo está a tu izquierda, a no más de quince pasos, yo voy a acabarme el cigarrillo, te espero aquí sentado — Alf leyó los nerviosos labios de Fred.

—Vale, pero si me pasa algo por no acompañarme te sentirás culpable toda tu vida.

—Hablaste demasiado rápido Fred, no te entendí.

Fred hizo un gesto con la mano para indicar un: “no importa” y se giró a su izquierda en dirección al servicio.

—Oh, esos pájaros parecen cantar —pasó una chica corriendo con auriculares puestos y Alf la siguió con la mirada—. Como echo de menos la música…

Fred en el servicio

—Esto huele fatal —hablaba Fred poniendo cara de asco.

Palpaba las paredes, encontró de manos y le dio en el interruptor en ese encuentro. Siguió la pared hasta descubrir la puerta y entró.

—¡Ah, sal de aquí ahora mismo, pervertido!

—¡Ay dios, me volvió a pasar lo mismo! Lo siento mucho señorita, soy ciego y me confundí de servicio.

—Ah, si es así espere un momento que me subo las bragas y le ayudo — la mujer se levantó de la taza y se subió las bragas y los pantalones—. Oh, veo que su imaginación si funciona bien, eh ¿O me mintió? —dijo la mujer mirando el miembro erecto de Fred.

—Lo siento señorita, es que cuando eres ciego te estás imaginando todo el rato el aspecto de tu entorno y claro al decir que se subía las bragas no pude evitar imaginármela desnuda —respondió Fred tapándose con las manos su erección.

—Está bien está bien, no parece que mienta. Vamos, le acompañaré al servicio de caballeros.

La mujer lo cogió del brazo izquierdo y lo fue guiando al lavabo. Al salir les vio Fred que no pudo evitar abrir la boca y los ojos como ceros. Pues observar salir a Fred con una mujer abrazada a su brazo y con la polla empalmada era digno de sorprenderse para ser una tarde de domingo en el parque delante de su casa. Que enorme sonrisa de felicidad la de Fred.

Que divertido que no pueda ver la troll que la acompaña.

Fred y Alf van al parque