La guardia, Nikos Kavadías

Estoy pensando como reseñar La guardia, de Nikos Kavadías, y después de ver videoreseñas y leer algunas y ya llevar unos meses desde que la leí… sigo sin terminar de decidirme en cómo abarcarla…

Si es que no es una novela nada convencional. Para empezar, su autor fue poeta y ésta es la única novela que escribió. Se nota y mucho este hecho pues la fuerza de la poesía impregna cada página y no tanto la lógica narrativa, lo cual no es malo, al menos para mi, que me encanta todo lo que se salga de la norma intencionadamente. La guardia es un viaje en barco por el corazón de los marineros, uno duro, pero no tanto como parece, uno oscuro, sin redención posible pero tampoco sin castigo más allá del peso de la conciencia.

Libro La guardia de Nikos Kavadías, de color azul marino con olas y el rayo de un faro que atraviesa el azul con amarillo en forma triangular. Al fondo, un paisaje de ocaso, seco, con tierra, plantas, un almendrero sin hojas y el cielo parcialmente nublado.

Jan, el editor de trotalibros, culpable de que esta novela vuelva a estar a flote y en español, la reseñó muy bien aquí, pero yo, que siempre estoy dispuesto a aceptar el fracaso y distinguirme de los demás (para bien y para mal, claro) he escrito una reseña un tanto rara, más o menos creativa, como me gusta creer que he inventado yo… ahí esta:

Esta novela la leí casi enteramente mientras caminaba por los senderos alrededor de mi pueblo, bajo el sol y la belleza de las montañas alrededor. Y aún así, sentí el mar, y el espíritu de aventura, de la libertad y la violencia, la falta de límites, y es que ser marinero puede parecerse a ser invisible, si no te ven, no ha pasado y todo es posible y solo tu conciencia te ataca, mientras la tengas. Yo pienso que el humano no es malo por naturaleza sino curioso, víctima de sus deseos que sin sociedad no tienen clasificación moral alguna… y tan fácil puede ayudar a un pajarito mal herido a recuperarse y seguir vivo como puede matar a pedradas a otro pajarito que se le a cagado encima. Y eso pasa cuando puedes ir de puerto en puerto, con unas consecuencias casi nulas a cada acto…

A pesar de la dureza de la novela a mi me ha parecido un poema bellísimo, un canto alto a la complejidad de la vida, las elecciones que hacemos, los pros y los contras y el equilibrio natural que siempre se expresa ineludiblemente aunque nos parezca imposible. Como un navío que se tambalea de un lado y regresa al otro y repite.

La guardia hace referencia a las vigilancias nocturnas que hacen los marineros en el Piteas, que suelen aprovechar para fumar, beber y contarse anécdotas variopintas que les ayuda a sentirse arropados entre iguales, entre seres deplorables y avergonzados de sí mismos pero juntos… comprendiéndose, cada necesidad y cada estímulo.

La novela se separa en 3 partes bien diferenciadas donde la primera, la más «amable» quizá, se cuenta casi enteramente por diálogos entre los marineros de origen griego mayormente, y cada historia es un poco más violenta que la anterior, entre amoríos abandonados, cuernos, festejos, tráfico de bienes y servicios ajenos y demás crímenes impunes o casi. Cada anécdota es contada con naturalidad, con las palabras justas y ni una más y con algo parecido al arrepentimiento. Sin embargo, la libertad del mar y sus reglas llevan a los marineros que lo surcan a aceptar el sacrificio y todos los pagos y por esa misma razón aprovechan cada fruto, por ponzoñoso que éste pueda ser. Se intuye que el protagonista de la novela es el Radiotelegrafista, aunque en realidad tampoco importa, es más bien quien, por su posición, tiene mayor acceso a conocer los personajes y por eso te los muestra. El Radiotelegrafista se encarga de recibir y mandar telegramas. Ocurre a menudo que un compañero de abordo recibe la carta de su esposa donde le pede el divorcio, desde hace seis meses, y entonces redacta una respuesta con infamias y agravios contra esa mujer que no ha podido sobrellevar las largas ausencias de su marido por más tiempo. El Radiotelegrafista, y eso se entiende que no es un secreto, es Nikos, nuestro queridísimo autor poeta, el hombre con permiso para penetrar el rudo corazón de los marineros hasta enamorarles y tatuarse en su piel poemas enteros que son llaves, que son acertijos resueltos para estos hombres que hicieron un pacto de huida eterna para con la vida y la curiosidad por explorarla, un trato con la libertad y el peligro, y la muerte y la poesía.

Nikos Kavadías joven, mirando a la cámara, con una pipa de fumar en la boca, en blanco y negro, firmada y con el año escrito de su realización: 1934.


Nikos Kavadías era o fue durante parte de su vida, un alcohólico, y así es como continua la novela, abriendo una segunda parte descorchando una botella que el Radiotelegrafista no debía abrir, que su compañero de barco no debía invitarle, y regresa a la bebida, y bebe otro trago después de los dos primeros de cortesía y continua y le pide que por favor le de lo que queda de botella… La segunda parte se emborrona en una nube de etílica que va divagando entre recuerdos, presentes difusos, tristeza, auto-estima pisoteada y la sensación tan humana y tan terrible de no poder huir de las cagadas monumentales que has cometido, que cometemos, incluso las personas que vivimos en la aburrida y minoritaria tierra durante todo el año. Esa tierra yo, Omduart, que piso ahora mientras paseo y el calor de los rayos del sol me da sudores que no me llegan a mojar la camiseta por una brisa agradable que me los seca y frena por delante, porque siempre está el viento en contra, no como el mar que suele empujar el barco, aquí lo normal es que reduzca mi velocidad cortésmente. Aparto la vista unos segundos para disfrutar, con asombro a pesar de la costumbre, el cielo, con sus nubes rojizas, estiradas, y en el fondo una llama que podría ser Mordor si viviera en la tierra media pero resulta ser una petroquímica trabajando, ganando dinero, refinando petróleo.

Y regreso a la historia donde el Radiotelegrafista quiere darle sus dedos a la mujer que ama, pero no sabe como hacerlo y se disculpa, y quiere darle sus ojos, le pide que ella misma los coja pero cree que ya no los tiene, que probablemente se quedaron en el puerto de Manchuria, o quizá en un pequeño puerto catalán, quién sabe. Y así continua y sufre y llora y fuma, fuma un montón, tanto o más que Corto Maltese, el maravilloso caballero del mar creado por Hugo Pratt (que los dioses y las diosas lo bendigan). Y es que durante la lectura de La guardia no pude dejar de pensar en Corto Maltes, creo que la melancolía es algo muy inherente al viajero y más al marinero… y el romanticismo, que no necesariamente es amoroso aunque se enamore fácilmente de una playa en el ocaso o de un larguísimo reflejo de luz en el mar que atraviesa el horizonte hasta alcanzar el barco… o ese mismo reflejo que cruza una nube y baja hacia una montaña a lo lejos y se pierde en ese horizonte que no tiene agua para dejar que continúe hasta debajo de mis pies que pisan la tierra arenosa que me sujeta para poder caminarla en mi paseo; un paseo que se me antoja infinito, como si siempre hubiera estado allí, leyendo, en silencio, en apacible tranquilidad, sumergido en un libro del que salgo lo justo para cambiar de dirección o esquivar un caracol, o ver un pajarito que canta en la rama de un arbolito medio seco, un almendrero que rebrota después de ser cortado, y florece…

La tercera parte de la novela empieza accidentada. Sincermente, aquí es donde yo me perdí un poco, creo que la segunda parte me afectó mucho y esta tercera, aunque la disfruté, me pareció como la primera pero más tristona… y no acabé de entender el hilo conductor. Ocurren cosas, eventos mundiales, como es una guerra, la primera mundial… y hay soldados chinos e ingleses, pero como siempre la vida continua a pesar de las encuestas funestas y los intentos de cerrar negocios sangrientos. El Piteas sigue navegando con sus negocios de comerciantes a sueldo pero se va interrumpiendo, como ocurriría en una aventura de Corto Maltes, por todo tipo de maleantes… doctores rarísimos que apenas duermen, que cobran en joyas, que cierran su consulta cuando menos te lo esperas. Traficantes y la ya conocida proxeneta, la reina de su reino, la que se baja de un coche a mitad de la calle a saludar a su viejo amigo y a su «nueva amiga» . Madres y esposas y ropa tendida que algo significa… y barcos y el mar que reclama tu cuerpo cuando ya no puedas mantenerte…

Yo en tierra me mareo.

Nikos Kavadías, fragmento de La guardia

Quiero destacar el hecho de parecerse a una Odisea frustrada, como si queriendo regresar, las sirenas hubierna subido abordo como prostitutas menores de edad y con botellas de ron en cada mano, provocando que la realidad se distorsine hasta tal punto que no hay hogar donde volver. Es más, como si regresar implicara perderse de nuevo, ser derrotado definitivamente después de vencer en Troya, como si solo hubiera entonces un continuo navegar sin rumbo…

Finalmente, después de este bello viaje que ofrece Nikos Kavadías, está la experiencia personal del editor, Jan Arimany, que estrena su editorial, Trotalibros con esta violenta y valientísima novela. Por la cual le estoy muy agradecido, pues si una cosa necesita el mundo literario siempre es valentía…

No sé si os habré animado a leerla, espero que sí, sin duda alguna se trata de una lectura muy cómoda y agradable en cuanto lo técnico pero extremadamente exigente en cuanto lo emocional y estructural, la cual la hace una novela súper interesante y que merece cada minuto invertido y cada euro. Más aún tratándose de una novela reflotada y traducida al español gracias al enorme trabajo de Jan y su equipo, quien podéis seguirle en su canal de YT que viene a ser su cuartel general de la literatura donde hace muchas reseñas maravillosas de fantásticos libros de literatura de la buena. Inmejorable. Lo único que me duele es no poder publicar con él por mi manía de seguir vivo, sin obras ya publicadas y ya naufragadas… no perdáis la oportunidad de conocer Trotalibros.

Leed mucho (y bien).

La guardia, Nikos Kavadías