El refugio del Dharma

Mochilas, bolsas de dormir, mate, bota, cerveza, vino y carne. Piernas, alegría, amigos, la montaña y el paraíso acostado en ella.

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Las estrellas y la luna iluminaban nuestros felices pasos acercándonos al refugio.

Un colorido camino, serpenteante, boscoso, lleno de piedras de miríadas tamaños. Monolitos construidos por nuestros antecesores montañeses adornaban (a la vez que ejercían su sentido, la mejoría de la “evolución” de las piedras) la ya muy bella montaña, el hermoso sendero.

Cruzamos un puente con un árbol caído en medio de él. La ilusión, la energía de la montaña y su maravilloso aire soplaba fuerte las velas de nuestro barco. Tan fuerte, que sólo parábamos a mear y beber agua; nunca más de dos minutos.

El tramo final era un claro, como la noche.

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Símbolo del Dharma (la rueda del Dharma)

La luz de las estrellas rebotaba en la nieve; nieve, que allí mismo empezábamos a pisar, nieve costra, resbaladiza, dura pero penetrable. Como escaladores, clavábamos el pie en ella.

Una sombra tapaba unos cuantos árboles. Nuestro destino, el refugio de Coma Obaga, ya estaba al alcance de nuestra vista.

Entramos los cuatro; Diego, nuestro asador, guía, portador de ánimo y alegría; Borja man, portador de hierbas de buen fumar, risas y energías para dar y tomar; Ro, la hermosa, quien daba equilibrio sexual al grupo, buena onda y más y más risas; y yo, humilde poeta llevador de vino, mate y rimas. ¡Maravillosa compañía!

A oscuras dejamos las cosas. Salimos al instante siguiente a admirar el cielo y el valle. ¡Qué hermosura!

Manjares para el alma apreciar todo aquello…

Tras llenar llenarnos de estrellas, luna y montaña, quisimos llenar la panza.

Cortamos troncos con una vieja pero afilada sierra. Recogimos ramas y juntamos papel, paquetes vacíos de tabaco y hojas secas.

Nuestro asador se puso manos al fuego, sabiendo que no iba a quemarse.

El fuego ardía bien, pero las brasas se hacían esperar. Así que, con el Indio nos pusimos a cantar (los redondos) y bailar. Reímos mucho. El vino y la cerveza bajaban rápido.

Un tenso momento fue aquel donde el fuego peligraba, amenazaba con extinguirse.

Entre soplos y cantos lo hicimos resurgir.

¡Arde fuego, arde!

Arde sin parar,

arde y hazte grande, arde, arde, arde.

Arde fuego arde,

arde y hazte grande,

¡Arde fuego arde y ásanos la carne!

Canción ritual improvisada

El fuego creció, calentando nuestros huesos.

Comimos fuet con pan. Cebollines, pepinillos y zanahoria en vinagre; con eso matábamos el hambre mientras nacían las brasas que nos iban ha asar la carne.

En ese momento yo, vuestro humilde escritor, se mareó. Exceso de mezcla… Todo se vuelve borroso…

Apenas podía andar. Me tumbé un rato. Sin mejora.

Salí y me senté a mirar el cielo. Ro me prestó unos prismas con los que vi los cráteres de la luna.

Eso me animó, sin llegar a reanimarme.

El estómago revuelto quería exprimir el veneno de sí.

Me aleje un poco y arrojé todo esa dañina bilis.

La barriga dejó de quejarse, y el mareo se calmó bastante.

A pesar de eso, no pude recuperarme del todo, no como para seguir despierto.

Abrí mi bolsa, me metí dentro y mañana será otro día.

Espectacular amanecer. Rosado, verde y amarillo contrastando con el azul claro y lindo del cielo…

Solo Borja y yo teníamos que ir al trabajo, en la estación de esquí. “Ordy-Arkalaska”. Compartimos un café soluble en agua fría y galletas. Respiramos un poco de aire fresco. Buscamos un lindo árbol (cada uno por su lado), donde plantar un pino, liberándonos de todo lastre.

Listos y con la mochila a cuestas, empezamos el descenso. Felices disfrutábamos de todo el entorno. Pasando por el lado del río, marcando piedras en el camino para los próximos que lo anden.

Construimos un monolito, como buenos caminantes.

Llegamos al coche, victoriosos.

Eran las 8.30, empezaba nuestra jornada laboral. Llegamos tarde, sí, pero poco o nada importaba, hicimos lo que queríamos hacer, elegimos la vida. Llegamos al trabajo, asumiendo encantados la responsabilidad.

Un día y una noche en el camino del Dharma, como vagabundos amantes de la vida, el andar, la montaña y el infinito firmamento.

(Historia real poetizada)

OmDuart-Eduard Balcells

El refugio del Dharma

Reseña Vagabundos del Dharma

Como los vagabundos del Dharma es un libro del año 1958, ya se ha hablado mucho de él, así que seré breve.

El autor, Jack Keruac, famoso escritor de la generación beat, en especial por su novela «En el camino», escribió Los vagabundos del Dharma, maravillosa novela de viajes medio auto-biográfica.

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Se puede ver con claridad muchas escenas que bien seguro fueron momentos de la vida de Keruac. Es común en cualquier autor mezclar su vida con la historia que escribe, a veces ni uno mismo sabe dónde empieza la biografía y termina la ficción; pero en Jack, por su filosofía de no cortar el flujo de inspiración,(una obsesión) quedó más que reflejado. Tras leer Los vagabundos del Dharma quise informarme acerca de él; sobre quién se inspiran los personajes y todos los temas budistas que trata. Altamente recomendado si vas a leerlo, pues muchos conceptos no los explica y son de gran interés incluso para entender bien lo que sucede.

El protagonista es Ray Smith (Jack Keruac), lanzándose a viajar como un vagabundo del dharma, viaje, en casi su totalidad andando o haciendo dedo (auto-stop) o colándose en trenes de mercancías. Durante la travesía por Estados Unidos, Ray se va encontrando con distintos personajes interesantes; algunos de ellos reales. Destacaría en especial que la esencia de la novela es contar el ideal beatnick de llevar la vida como un camino que no hay que dejar de recorrer, donde lo más parecido a una casa sea tu mochila, que cada día sea memorable, las conversaciones y los encuentros, fijar como valor principal el compartir, conocer, crear y descubrir.

Keruac hace una predicción (que personalmente me encantaría que fuera exponencial, hasta transformar las ideas de las sociedades establecidas), dice que miles y hasta millones de jóvenes saldrán con sus mochilas a vagabundear por el mundo, escribiendo poemas, subiendo montañas, conectando con la gente, demostrando el milagro que es la vida y lo mística que es cuando sales de la burbuja social en la que has nacido.

Los lunáticos zen son tipos de personas de las que habla mucho el señor Smith durante su viaje, que no son más que sus amigos beatnicks, poetas, alcohólicos libertinos y felicianos con los que se encuentra a menudo y montan fiestas de largos días en la tranquilidad de las montañas.

Te recomendaría este libro a ti, lector, si eres naturista, te gusta las filosofías orientales, la poesía, los viajes y la vida alternativa.

Personalmente lo disfruté mucho con la excepción de las largas descripciones que hace sobre los alimentos que engulle, el material que compra y lleva consigo. No es que sea cien por cien prescindible, pero tal y como está redactado se hace un poco pesado. Lo acato a que Keruac no corrige, no para la escritura una vez a empezada hasta terminar todo lo que necesita soltar y luego se niega a cambiar nada. Nada que objetar. Tal era así que le gustaba mucho escribir en largos rollos de papel como los antiguos pergaminos para no parar el flujo de escritura. Aquí una fotografía de ello:

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En resumen, el libro trata un viaje físico y espiritual de cómo llevar una vida más tuya(porque libre no sería la palabra), conectada con la naturaleza (la totalidad de la naturaleza), caminar en el Dharma como un Bodhisattva, el camino hacia la iluminación propia y para los demás seres con los que te vas encontrando.

Muy recomendable, de ágil lectura y fácil de llevar en la mochila. Especialmente genial de leer en bosques, montañas, playas…
Gracias por leer y que tengáis una feliz vida.

Reseña Vagabundos del Dharma

Bodhisattvas

Los libros siempre enseñan mucho, aun sin intención alguna lo hacen. Sabéis lo mucho que enseñan cuando la intención de hacerlo es plena.

De vagabundos del dharma estoy aprendiendo mucho mucho mucho.

100% recomendable lectura.

Bodhisattvas andan por la tierra, sembrando y sembrando por todos lados. Sin importar la falta de agua, horas de sol o poblaciones de la zona. Plantan sabiduría y dejan que sea su entorno quién cuide de su crecimiento y recoja sus maravillosos frutos.
Cada uno provoca el nacimiento de otro algún fragmento de su vida. Siempre hay alguna oreja abierta.
Mochilas y patas llevan a ver los más hermosos paisajes, las más bastas extensiones de tierra.

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Bodhisattvas