“Cuando uno se adentra en sus libros, siente el ozono, el aire elemental despojado de todo embotamiento, de toda niebla y humedad; en este paisaje heroico, uno ve con libertad hasta las alturas de los cielos y respira un aire transparente y afilado como un cuchillo, un aire para corazones fuertes y espíritus libres”.
Escribía Zweig en el primer ensayo de los tres que conforman este libro, el que dedica en concreto a Hölderlin, “que su genio era el entusiasmo, el impulso invisible”. Y creo que, como muchas veces sucede en literatura, el crítico (en este caso Stefan Zweig) se califica más y mejor a sí mismo que al propio objeto de su estudio.

Ese es el verdadero poder de este escritor austriaco: el entusiasmo que nos trasmite. El poder “literario” que ha conseguido que, con el paso de los años, sus obras sigan siendo leídas y alabadas por…
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Gracias por esta reseña, Omduart. He comenzado a seguir Las Ruinas del Cálamo.
Molts d’anys!
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Es un crack ese tipo, de verdad, yo lo admiro muchísimo, te recomiendo leer sus novelas… es un monstruo de la literatura, se llama Jorge Morcillo. Una abraçada, José!
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